Podemos definir el lenguaje como una
actividad humana compleja, que
tiene una doble función: la de comunicación y la de representación.
Aunque la
primera es la fundamental, la segunda está relacionada estrechamente a
ella, y
la complementa, ya que el lenguaje, además de ser un sistema de signos
arbitrarios
y convencionales interrelacionados, constituye también manifestación de
l
propia realidad.Así, a través de la
lengua representamos la visión que tenemos de la realidad.
Y se establece de esta forma una estrecha
relación entre cada lengua y la
cultura de la sociedad que la utiliza: si el lenguaje comunica y
representa, cada
sociedad realiza ambas funciones de una manera distinta1
.
Todo ello hay que tenerlo en cuenta a la hora de la enseñanza del
español
como lengua extranjera, y es aquí donde la lingüística histórica puede
sernos de
gran utilidad.
Sobre todo en grupos de adultos con conocimientos de otras lenguas2
, el saber
el origen de una palabra, de un significado, de un morfema, etc, puede
ser
de gran utilidad si queremos que entienda la lengua en su conjunto y no
como
una serie de arbitrariedades y estructuras que hay que memorizar y
aprender sin
un porqué.
En el nivel de principantes, ya en las primeras lecciones, el explicar
el origen
de los días de la semana o de los meses del año puede presentarles más
in
teresante la tarea de memorizarlos, pues no verán las palabras como
simples
signos, sino como elementos con historia propia. A la vez que se les
introduce
de lleno en el origen latino del español3
.